Aparición
Periodo: 1.876 - 1.876
Con esta obra Moreau obtuvo la admiración y la repulsa simultáneas de sus coetáneos.
El tema es de lo más clásico y conocido: la princesa Salomé ha conseguido la decapitación de San Juan Bautista por la danza que ha interpretado para Herodes. En el cuadro, la cabeza cortada del mártir se aparece a la princesa como un recordatorio de su acto, ante el arrepentimiento de la joven. Todo en el lienzo es fantástico e irreal. Las arquitecturas son transparentes, pintadas mediante incisiones que le dan el aspecto de un grabado. Mezcla elementos budistas, fenicios, bizantinos, románicos, etc. Todo ello para conseguir un efecto decorativo muy recargado, acorde con la idea que se tenía en la época del esplendor de un palacio oriental.
Salomé está desnuda, con algunos velos y la corona. Tras ella se adivina la silueta transparente de Herodes, ataviado como un rey persa. La cabeza flota en el aire, chorreando sangre y despojos. Un halo blanquecino la rodea y la aureola en forma de cruz indica su santidad y su anuncio de la llegada de Cristo. Los entusiastas de esta obra fueron los poetas y escritores simbolistas, entre cuyas alabanzas destacan las de Mallarmé, Huysman y Oscar Wilde. Por contra, los críticos de Moreau consideraron que esta visión era la de un loco y es que probablemente Moreau era un fumador de opio, lo que explicaba sus visiones alucinadas.